"Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano" (Isaac Newton)

martes, 22 de marzo de 2011

COME, REZA, AMA Y ¡LEE ESTE LIBRO!


Hace un par de semanas me terminé de leer un libro que me ha encantado “Come, reza, ama” de Elizabeth Gilbert. Al principio no estaba muy convencida del argumento, bueno, del argumento sí, pero no estaba muy convencida de querer leérmelo. Me parecía un poco tópico: el viaje al encuentro de uno mismo en los confines del mundo. Y sí, es un poco americanada (no tanto como la peli que han hecho basada en el texto) pero han sido tantas las veces que me he sentido identificada con la protagonista que casi, casi, me lo he comido en un pis-pas (literariamente hablando, que no literalmente :-)), y he llorado, y me ha conmovido, y me ha hecho reír a carcajadas y me ha hecho sentir que sí, que existe la esperanza y que hay en el mundo muchas personas tan locas (y tan ociosas, todo hay que decirlo) que son capaces de recorrer lugares tan dispares como Italia, la India o Bali para buscar paz interior. Elizabeth Gilbert lo hizo y su experiencia es francamente emocionante.

El estilo de la escritora es tan sencillo que llega a enganchar con mucha facilidad. Se nota que es periodista. El libro está estructurado en tres partes subdivididas cada una de ellas en 36 historias; cada una de esas tres partes se corresponde con los tres países que visita, aunque no se centra exclusivamente en la descripción de su vida allí pues continuamente introduce flash-backs que son indispensables para conocer mejor a la autora y saber el origen de sus neuras y de algunos de sus porqués.

Al principio pensé en subrayar aquellas frases que me parecían más profundas o más ingeniosas, pero es tan tan tan divertido y tiene tantas cosas, para mí, interesantes que desistí de utilizar el marcador porque lo habría engorrinado todo y total luego soy incapaz de memorizar ninguna de esas frases...

Ha sido un verdadero placer leerlo y lo recomiendo, sobre todo a las mujeres de entre 30 y 50 años porque es un período en nuestra vida en la que seguramente vamos a sufrir algún tipo de crisis, ya sea emocional, de identidad, de pareja, filial o cualquiera que se nos ocurra y podemos sentirnos cercanas a las experiencias de Elizabeth; claro que para ella tiene un final feliz y hay que ser un poco realista, en el 95% de los casos te das la vuelta a casa sin un príncipe azul (o un brasileño madurito guapo y con un corazón de oro) encargado de dar el empujón final para cargarte de autoestima y volver a creer en ti misma.

Esto último lo digo porque mucho crecimiento personal y mucha búsqueda de la espiritualidad pero cuando se trata de felicidad está claro que si no va acompañada por el amor la cosa no tiene mucho sentido. Esto me hace recordar una de las anécdotas que cuenta en el libro que me parece absolutamente reveladora de la verdadera naturaleza humana: “...En la década de 1980 el Ayuntamiento de Filadelfia le pidió (a la psicóloga Deborah) que diera asistencia psicológica a un grupo de refugiados camboyanos que acababan de llegar -en barcos abarrotados- a la ciudad. Deborah es una psicóloga excelente, pero ese trabajo le supuso un verdadero reto. Los camboyanos aquellos habían sufrido los peores padecimientos que los humanos pueden infligirse unos a otros: genocidio, violación, tortura, inanición, la contemplación del asesinato de sus parientes, largos años de encierro en campos de refugiados y arriesgadas travesías en barco hacia Occidente con peligro de morir ahogados y devorados por los tiburones. ¿Qué podía hacer una psicóloga como Deborah para ayudar a unas personas así? ¿Cómo iba a poder comprender el nivel de sufrimiento que habían padecido?

- ¿A qué no sabes de qué quería hablar esta gente cuando les dijeron que iban a tener asistencia psicológica? -me preguntó Deborah.


Lo único que decían era: Conocí a un tío cuando estaba en el campo de refugiados y nos enamoramos. Yo creía que él me quería, pero nos tocó ir en barcos separados y él se enrolló con mi prima. Se ha casado con ella, pero dice que me quiere a mí y no hace más que llamarme, y sé que le debería decir que me deje en paz, pero le sigo queriendo y no puedo dejar de pensar en él. Y no sé qué hacer...

Así es como somos los seres humanos. Colectivamente, como especie, ése es nuestro paisaje sentimental. Una señora muy mayor, que tenía casi cien años, me dijo: “A lo largo de la historia las dos preguntas que han traído de cabeza a la humanidad son éstas: ¿Cuánto me quieres? y ¿Quién manda aquí?”. Todo lo demás tiene solución, pero el asunto del amor y el control nos saca lo peor, nos desquicia, nos lleva a la guerra y nos hace padecer enormes sufrimientos...”

Lo dicho, ¡me ha entusiasmado!

viernes, 4 de marzo de 2011

POESIA SOMOS TODOS


No sé por qué hoy he recordado el gusto que sentía por la poesía. Hace muchos, muchos años que no me siento con un libro de poemas entre las manos. Quizás relacione la poesía con la exaltación amorosa propia de la juventud, lo cual es erróneo, pues existen obras que poco o nada tienen que ver con el amor ; o tal vez es que ya no me seduzca su ritmo, su cadencia, su brevedad. Sea como sea olvidé la poesía en un cajón y lo cerré con llave, aunque afortunadamente yo siempre lo guardo todo “por si acaso” y esa llave no la tiré. Hoy he abierto un poquito ese cajón de aficiones olvidadas, las que no tengo tiempo ya de cultivar porque mi evolución personal me ha llevado por diversos caminos, algunos de ellos a años luz de la lírica.

A pesar de todo, algunos poemas dejaron una impronta imborrable en mi memoria, uno de ellos es este poema de Luis Cernuda, “Donde habite el olvido”. Si me preguntaran el motivo concreto no sabría responder, sólo sé que me toca de lleno en un lugar oculto del corazón, es así como funciona la poesía ¿no?

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.



Los poemas son un poco o un mucho como el arte plástico. Soy de la opinión de que hacer un comentario sesudo sobre un cuadro, una escultura o un poema intimista es poco menos que despojarles de su sentido original, de la intención, del sentimiento del pintor, escultor o poeta, del instante en que surgió en su pensamiento, de aquéllo que le inspiró. Creo que hay que salvaguardar esa magia de la creación y no hay intelecto ni verbo añadido que pueda traducir esa chispa en la imaginación. Pero esto es sólo una opinión, discutible, por supuesto.

También la poesía puede escucharse. La música es poesía. A veces con letra y otras muchas sin ella. Porque, como preguntaba Bécquer “¿Qué es poesía?...” Yo diría que algo que conmueve, una profunda emoción que nos hace trascender, conectar con la parte de nuestro yo que se camufla a diario en la cotidianeidad, que busca subterfugios para no manifestarse públicamente por vergüenza, por miedo o por pura cobardía; un yo muy nuestro, sólo nuestro, donde nadie puede llegar porque es la esencia misma que se funde con el Universo entero. Como decía Victor Hugo, “La música es el vapor del arte. Es a la poesía como el sueño al pensamiento, como el fluido al líquido, como el océano de las nubes es al océano de las ondas. Es el indefinido del infinito”

Hoy recuerdo a mis poetas preferidos como Bécquer, la mayoría de los poetas de la Generación del 27, Miguel Hernández, Neruda, Benedetti... igualmente a los clásicos como Garcilaso, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Quevedo....de este último destaco aquel maravilloso “Amor constante más allá de la muerte” del que hice unos cuantos comentarios (por obligación, tanto en el Instituto como en la Universidad)

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.


Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.


Me parece que es uno de los sonetos de amor, escritos en lengua castellana, más bonitos de todos los tiempos, esta imagen creo que puede ilustrar en parte el sentido que subyace en el poema, la pongo porque me parece en sí misma muy elocuente.
(Aunque he de confesar que lo que más me gustaba de Quevedo era la sátira, su inteligente y fina ironía o el dardo envenenado de su sarcasmo , aquel que se gastaba tirando a dar a sus más acérrimos enemigos).


Es curioso que he leído muy poca poesía extranjera. Supongo que el idioma es una barrera importante, traducir poesía debe ser dificilísimo porque se pierde la musicalidad y la armonía de las palabras. Una vez lo intenté con los poetas ingleses del XIX y me resultaba un poco farragoso, no sé si porque la edición no era buena, porque no captaba el sentido del poema o porque estaba en una etapa superficial en la que el Romanticismo me parecía un exceso.

Mientras escribo esto escucho a Aute, otro gran poeta del amor contemporáneo que, junto con Serrat y Sabina, forman la tríada de cantautores que más me han llegado a tocar la fibra sensible, cada uno a su manera.

“La poesía es el eco de la melodía del Universo en el corazón de los hombres” (Rabindranath Tagore)

”Y nada más.....y nada más......apenas nada más”, me voy con la música a otra parte :-)